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La Indiferencia Sexual en la mujer
Art.: 39 Fecha: 17-12-2003

 

Analizamos en este artículo con el sexólogo Dr. Óscar Sapena Pastor cuándo y cómo la sexualidad en la mujer está en déficit en sus distintos aspectos funcionales. El profesional enfatiza en la disfunción que actualmente se denomina la “falta de ganas” o deseo sexual inhibido. Esta alteración en la sexualidad de la mujer, como es lógico, influye necesariamente en forma negativa en la relación conyugal satisfactoria.

Comenzó afirmando el Dr. Oscar Sapena Pastor, profesional del campo de la sexología médica, que quizá no exista en esta área del conocimiento médico sexual una problemática tan actual y compleja como la falta de deseo sexual en la mujer.

Si entrar a conversar sobre sus causas en esta entrevista, y con el fin de comprender el problema, la ciencia la rotula como disfunción del deseo sexual o deseo sexual inhibido, y lo define como “una inhibición permanente o transitoria, aguda o crónica del deseo sexual” y produce cambio y sufrimientos en la esfera sexual de la mujer y repercusión en su pareja sexual.

Indicó que la mujeres lo definen comúnmente como la falta de ganas. Este hecho es uno de los grandes problemas e interrogantes en la conducta sexual de la mujer y muy actual, por la compleja serie de cambios que la vida cotidiana trae actualmente en la misma.

Aclaró que es un problema totalmente diferente a la disfunción orgásmica o falta de orgasmo en la mujer. Una mujer puede tener relaciones sexuales, pero sin sentir deseo sexual, es decir, sin tener ganas, dada la función pasiva que la misma cumple en la cópula. Una mujer puede sentir amor por su pareja, pero estar con el deseo sexual ausente o inhibido. Una mujer puede incluso tener orgasmo en forma mecánica, pero sin tener deseo sexual.

Para comprender mejor la problemática, afirmó que ante estímulos de distinta naturaleza, el organismo femenino se moviliza sexualmente, pasando por diversas etapas secuenciales que se denominan respuestas sexuales.

Esta secuencia comprende una primera etapa: la del deseo sexual, es decir “las ganas, o inhibición” hacia todo lo que tiene una connotación sexual.

Una segunda etapa, donde la mujer se lubrica vaginalmente ante los estímulos, que es la etapa de excitación. La tercera etapa es la de prosecución del acto o actividad sexual, que se denomina meseta, y la cuarta etapa, que es la del orgasmo, donde la mujer puede tener uno o varios orgasmos y, finalmente, la etapa resolutiva o del post orgasmo.

Se comprende que cuando existen problemas a los cuales los sexólogos médicos denominan disfunciones, inadaptaciones o incompatibilidad sexual, la falla puede ocurrir en cualquiera de estas etapas. A estas disfunciones se las denomina antiguamente con el nombre genérico de “impotencia” tanto en el campo femenino como en el masculino.

También en forma genérica a la disfunción orgásmica femenina se la denominaba frigidez. El lenguaje peyorativo de este lenguaje ha hecho que la sexología clínica moderna deseche estos términos, utilizando una denominación única con el término de disfunciones.

Siguiendo con estas apreciaciones en el campo de la respuesta sexual femenina y frente a un estímulo, el Dr. Sapena explicó que pueden producirse disfunciones en cada una de las etapas de la respuesta sexual.

Asimismo, cabe significar que cada falla afecta distintos niveles, órganos o aparatos del organismo. Así, el deseo sexual tiene una base hormonal, neurohormonal o neuroquímica con base anatómica en el cerebro y en los órganos del llamado sistema neuroendocrino.

Desde el punto de vista funcional, señaló que depende de la producción en dichos órganos de neurohormonas y hormonas. Estas sustancias condicionan al organismo para que la mujer sienta ganas, deseos o se sienta inclinada hacia actividades de connotación sexual.

Cabe señalar además que la etapa de excitación tiene su expresión orgánica o su órgano efector en la vagina y como consecuencia de ello la mujer se lubrica. Este hecho se debe a que la vagina se halla rodeada de una abundante vascularización y como consecuencia de la respuesta de ella a un estímulo sexual se produce el pasaje de líquido de los vasos sanguíneos perivaginales hacia la luz de la vagina.

Esta lubricación –explicó el especialista– sirve para facilitar la penetración vaginal por el pene. Cuando esta etapa falla por exceso o por déficit de lubricación se producen problemas en la mujer.

El exceso de lubricación hace que la mujer no “sienta” la presencia del pene, sobre todo cuanto exista una diferencia de tamaño entre la cavidad vaginal y el tamaño peneano.

En cambio, el déficit de lubricación produce molestias y hasta dolor a la penetración. Este cuadro es conocido como dispareunia. Y si la meseta está alterada debido a su prolongación excesiva, esto hace que la mujer no llegue al orgasmo dentro del acto sexual, sin dejar de ser orgásmica.

Asimismo, la falla de la meseta puede darse también en cuanto a su brevedad y la mujer es uniorgásmica ingresa rápidamente en la etapa resolutiva, no deseando seguir con la actividad sexual, sin que la pareja llegue al orgasmo, ocasionando insatisfacción en su pareja masculina.

Refirió que, igualmente, el orgasmo tiene su foco de expresión orgánica en las contracciones rítmicas de la vagina y del útero. Y puede ocasionar problemas por exceso por defecto. En el exceso, los múltiples orgasmos hacen que el hombre no pueda satisfacer los requerimientos multiorgásmicos de su pareja. Su defecto, la anorgasmia, o falta de orgasmo, ocasiona múltiples molestias a la mujer que la padece por la insatisfacción que acarrea.

De esta manera estamos analizando con el profesional cómo puede fallar la sexualidad de la mujer cuando está alterada cada una de las etapas de su respuesta sexual.

De todas ellas, la que más límites imprecisos posee y confusión crea en su diagnóstico es la del deseo sexual inhibido o inhibición del deseo sexual o simplemente la falta de ganas.

Esta falta de ganas, a su vez, puede tener distintas aristas y gradaciones en la mujer, ya que ella puede haber perdido la tendencia o capacidad de iniciar la actividad sexual. El problema puede darse en otro sentido, ya que la mujer puede estar inhibida en aceptar las insinuaciones o estímulos que tiendan a la relación sexual.

O bien puede haber ausencia total, transitoria o permanente del deseo sexual. Un apetito sexual débil o situaciones particulares en los cuales se presenta algunas veces y falta en otras ocasiones.

El sexólogo clínico señaló que la falta de ganas o deseo sexual inhibido es una alteración en la sexualidad que, como es lógico, necesariamente influye en forma negativa en su relacionamiento conyugal; de allí la importancia de detectarlo y buscar soluciones.

Prof. Dr. Oscar Sapena Pastor
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